SOBRE EL DINERO

Curso Básico de Finanzas Personales

J. Ignacio Ulacia F. -- (2.1.2015)

LUNES

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LUNES

Como a las 7:20 llego mi Mamá a buscar a las niñas. Ahí estaban, Ana y Liz esperándola en el escalón del edificio. Cuando la vieron venir caminando por la acera, brincaron de la felicidad.

“Que nos trajiste Abue?” a lo que mi Mamá les contesto. “Les traje estos pastelitos para el recreo, guárdenlos en su mochila mientras me despido de sus Papás.”

“Hola Mamá, ¿Como te fue de madrugada?” le comenté.

“Hoy es el gran día, ¿Posiblemente están un poco nerviosos?, yo estoy muy emocionada. Ya nos contaran como les fue”.

“¡Rocío...! “ - grité al vacío del comedor, puesto que nadie estaba ahí. - “ya vámonos, todo está listo.”

Desde la recamara se oyó,

“ ya estoy saliendo, un segundo.” Se apresuraba a recoger su bolso, y verse por ultima vez en el espejo antes de dejar la seguridad del hogar.

En eso llego y saludó a mi madre. Al salir observamos que las niñas. Ya se habían comido los pastelitos que les había traído la Abuela. Tenían chocolate embarrado en toda la cara.

“Y ahora... ¿que paso?“, preguntó la Abuela.

“Es que se veían muy requete-deliciosísimos y nos los tuvimos que comer. ¿Verdad Liz?”

y su hermana solo movía afirmativamente la cabeza mientras se comía el último pedazo.

“Está bien, ahora de camino a la escuela a ver si compramos otros” - dijo la Abuela.

A las niñas solo les brillaban los ojos de la felicidad. Nos despedimos y cada uno tomo su rumbo.

Llegamos al Hotel como a las ocho menos cuarto. Ahí ya había algunas personas. Fuimos a la mesa de cambio que había puesto el Banco Central y compramos la segunda moneda de oro que nos faltaba.

Me preguntaron, “¿Como desea realizar su pago; en efectivo o con tarjeta?”, le ofrecí mi tarjeta de crédito y en 2 segundos ya tenia el voucher para firmarlo. Me entregaron la moneda de oro, un recibo por la compra y estábamos listos para ir a registrarnos para el curso.

Ahora nos acercamos a la mesa de registro y dimos nuestros nombres. Nos registraron en su computadora y emitieron unos gafetes. Yo entregué la onza Troy que había adquirido minutos antes. Pero cuando a Rocío le pidieron su moneda, que era la misma que nos había regalado mi padre, por un momento titubeo como si le fuera difícil el deshacerse de ella. La señorita la tenia por abajo y Rocío por arriba, pero la retenía. La edecán se le quedó viendo por un instante y casi de inmediato Rocío soltó la moneda.

A Cada uno nos entregaron una caja de cartón, las mismas que usan para almacenar el archivo muerto, repleta con materiales para el curso. Nos explicaron que dentro de la caja venía una lista con todo lo que debería contener y unos cuestionarios que podíamos contestar en los descansos.

Entramos al salón, y a diferencia del Domingo, ahora se había transformado de un auditorio a una configuración de escuela en semicírculo; había mesas y sillas, los manteles eran de fieltro color verde. Las sillas estaban cubiertas con una manta. Había espacio como para 80 a 100 personas y para cuando entramos, ya estaba lleno a la mitad. Todo el mundo revisaba con detalle sus materiales de trabajo.

Rocío me comento:

“¡Que emocionante... es como regresar a la escuela; ya quiero forrar mis cuadernos!. Vamos a sentarnos ahí junto a esa chica. Como verás, hay solo unas cuantas mujeres aquí”

En eso sí tenía razón, a esa hora había pocas mujeres en el salón. Llegamos a dos lugares vacíos, del lado izquierdo del salón muy cerca del pasillo central. Pusimos ahí nuestra caja y empezamos a revisar. Había libretas, lápices, plumas, unos libros de editorial, una carpeta con muchas hojas que parecían reproducciones de una presentación. Una camiseta y una taza negra que decía en letras doradas 'CARPE DIEM' con un símbolo. Yo pensé que era el logotipo de algún instituto.”

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